viernes, 17 de enero de 2014

Construir nuevas bases de relación con la administración pública,

Durante años la Administración Pública ha sido el motor que impulsaba nuestros proyectos porque creía en su utilidad social: si les gustaba lo que hacíamos, podíamos conseguir recursos económicos para arrancar los proyectos con la administración como financiador único o casi único (aún con las reglas de cofinanciación, que muchas veces hemos solventado con fondos de otras administraciones públicas). Hemos sido un socio de largo recorrido para una Administración Pública que aprovechaba la utilidad social de lo que hacíamos, la ilusión que poníamos y la austeridad de recursos con la que funcionamos.
Pero ahora  nos encontramos ante una Administración Pública quebrada,  desorientada e incluso maniatada a ciertos niveles que, aunque en ocasiones quiera, no puede. Y recorta. Y recorta. Y sigue recortando. Y para nuestro escándalo, lo hace en temas directamente relacionados con nuestra misión: para nosotros es lo más importante, pero para ellos solamente es un tema más. Por eso no sólo debemos seguir colaborando y negociando, sino que tenemos que incrementar nuestro nivel de presión entre todxs
Pero aunque la Administración Pública tenga dificultades, no desaparece. Está ahí, y sigue valorando las cosas de utilidad social, lo que ocurre es que está cambiando su rol: antes tenía un rol principal y cada vez más tendrá un rol más complementario en nuestros proyectos. 
Las organizaciones del siglo XXI, a través de sus redes de complicidad social y su capacidad de emprendimiento, podrán conseguir proyectos y mostrar la utilidad social de los mismos para animar la participación de la Administración Pública con políticas en esas áreas. Habrá que insistir y trabajar con ahínco, pero estamos segurxs que en el futuro tendrá necesariamente un rol diferente: un rol colaborador, pero ya no podrán ser el financiador único o principal mientras sigan las políticas antisociales que se han impuesto en los últimos años y que si no somos capaces de frenar podrán incluso empeorar.
Puntos para la reflexión:
1º.- ¿Qué hacemos en nuestras asociaciones para mejorar nuestra coordinación y cooperación con las administraciones públicas?
2º.- ¿Qué se hacen en otras asociaciones para mejorar las relaciones institucionales con las administraciones públicas?
3º.- ¿Qué sugieres para mejorar en el trabajo de coordinación y cooperación en los distintos niveles: las asociaciones locales, a nivel provincial, autonómico, estatal y europeo?

No te olvides de dejarnos tu opinión: “participa y avanza con nosotrxs”. Entre todxs podemos, pero sin ti nos perdemos muchísimo, aunque tú no te lo creas.

3 comentarios:

  1. El Tercer Sector en cifras:

    - Más de 400.000 empleados remunerados
    - 8 mil millones de € de financiación recibida durante el último año
    - Alta dependencia de la financiación pública (70% del total)
    - Representa el 1% del PIB

    - Más del 20% de la financiación privada, proveniente de OS de Cajas de Ahorros
    - Más de 12M de personas en riesgo de pobreza y/o exclusión
    - Más de 3M de socios
    - 70% de los RRHH, formado por voluntarios

    Fuente: análisis de PwC
    1 Cifras elaboradas con los últimos datos disponibles en 2012. 8 Estudio sobre el presente y futuro del Tercer Sector social en un entorno de crisis

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  2. Continuación artículo Paul Vidal:
    Hace falta una fuerte reconversión. Hacer cosas diferentes. Nuevas maneras de funcionar. Incorporar lógicas emprendedoras en el arranque de proyectos.
    Toca construir complicidad social sólida con la ciudadanía, desarrollar nuevas competencias en los equipos, diversificar la financiación de las actividades, hablar con un lenguaje entendible fuera de los expertos, actualizar los órganos de gobierno, incorporar las nuevas tecnologías, etc. Y más, mucho más que constituye la reconversión que han de afrontar las organizaciones no lucrativas para cumplir su función en la sociedad. Transformarnos en las organizaciones del siglo XXI que son necesarias hoy en día.
    Afrontamos una reconversión dura, difícil que implica cambiar una gran parte de lo que hemos hecho en casi toda nuestra historia reciente. Y lo hemos de hacer sin recursos disponibles. Ya sabemos que el sector público mima a otros actores en sus necesidades de reconversión: si fuéramos bancos, tendríamos miles de millones a través del FROB para la reconversión; o si construyéramos coches también tendríamos incentivos para que la ciudadanía los compre; o hace años se abocaron muchísimos recursos en las reconversiones industriales y hasta el sector inmobiliario está consiguiendo colocar sus pisos vacíos a la administración para reconvertirse.
    Pero para la necesaria reconversión de las organizaciones no lucrativas a las nuevas lógicas del siglo XXI no hay recursos: no hay dinero para repensarnos o reestructurarnos. Así que nos toca afrontar esta dura reconversión sin recursos económicos públicos para hacerlo, aunque afortunadamente contamos como siempre con la fuerza de nuestros valores y de nuestro compromiso con las personas y la sociedad. Éste es nuestro gran capital, aunque no sabemos si será suficiente y es posible que muchas organizaciones no sobrevivan a ese proceso de repensarse. Aún así, nos toca ser optimistas y afrontar el esfuerzo pensando que a partir de ese firme compromiso con los valores, con las personas y con la sociedad, acompañado de la buena gestión y la complicidad social nos llevará a reconstruir un tercer sector capaz de actuar de manera eficiente y eficaz en el siglo XXI. Porque nuestra sociedad se lo merece.
    Vamos adelante, pues, con la reconversión (milagrosa) de las organizaciones no lucrativas: nos tocará trabajar mucho para hacerla con valores y compromiso, aunque sin recursos específicos para ello.

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  3. La reconversión (milagrosa) del tercer sector: Sin recursos y con valores
    Pau Vidal - 24 enero 2013 -

    El cambio de paradigma que está afrontando el tercer sector en su relación con la administración pública lleva implícita realizar una reconversión profunda de las entidades tal como las conocemos hoy en día.
    Los paradigmas y la forma de funcionar de los últimos veinte/treinta años ya no sirven para encarar el futuro. Así de simple, así de radical. Durante años, la relación con la administración pública ha sido el elemento clave para tirar adelante los proyectos de utilidad social, ambiental, cultural, de cooperación, etc., que tenían las organizaciones no lucrativas en mente. La financiación pública ha sido fundamental y las organizaciones se han ido acostumbrando a las lógicas que ésta nos ha ido imponiendo: en la formulación de proyectos, en los ciclos anuales, en las justificaciones, en la orientación al proceso por encima del resultado, etc. No ha sido fácil aprender en esta relación con la administración pública, pero el paso de los años y el peso de los procesos administrativos ha ido modelando el funcionamiento de muchas entidades.
    Y aunque éramos conscientes desde hace tiempo del riesgo de tener esa fuente de financiación principal (de hecho, casi única para demasiadas organizaciones), no ha sido hasta las dificultades actuales cuando se ha planteado la urgencia radical de cambio. Cambio necesario. Pero no es fácil cambiar rápidamente después de tantos años de funcionar de una manera determinada.
    Los primeros esfuerzos han ido orientados a una adaptación a corto plazo más que a un cambio estratégico. Es lógico: urgencia presupuestaria, cuenta de explotación que aprieta. Y ha tocado cerrar proyectos, reducir equipos, redimensionar organizaciones. Todo ello es necesario, pero son ajustes: no es un cambio estratégico.
    Hace falta una fuerte reconversión. Hacer cosas diferentes. Nuevas maneras de funcionar. Incorporar lógicas emprendedoras en el arranque de proyectos.

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